Es difícil no dar un paso en Madrid sin encontrar un garito en el que se hacen smash burgers. Esto es especialmente patente en la zona de Nuevos ministerios, donde puedes zamparte una cada cincuenta metros. No, no es una exageración, hay una constante concentración de locales aquí y el último sitio que nos quedaba por probar es Maillard, el segundo restaurante con este nombre en la capital. No hace falta explicar el significado que los dueños han elegido para su local.
Situado en el espacio que antes ocupaba un viejo conocido llamado María Canela, ahora aprovechan la cocina para aplastar carnes, ofreciendo combinaciones al gusto, con una curiosa mezcla de opciones preconfiguradas y alguna que otra elección del comensal, algo muy original y que siempre le da un punto distintivo. Además, encontramos muy buenos precios, que suben a la vez que añadimos elementos a nuestra elección. Indispensable pedir un menú, que incluye bebida y patatas fritas, para que la experiencia sea completa.
Como teníamos la misma prisa que hambre, nos lanzamos, sin miramientos, a por una triple básica en modo menú (12 €), a la que pudimos añadirle una salsa, que, en este caso, fue una Emmy que nos dejó un poco fríos, ya que ni aportaba ese picorcito que nos gusta, ni tenía ninguna presencia característica de esta salsita de moda.
Sencilla y directa, aquí está esencia de lo que entendemos por una smash burger. Con un caramelizado correcto, aunque unos bordes que, seguro, no convencen a los más canónicos. El queso, en abundancia, está muy bien, aunque aporta más cremosidad que sabor y la salsa, como decíamos antes, está más para la foto que para las papilas gustativas. En general, una burger correcta, a la que le pediríamos un par de puntos más para volvernos locos.
El pan, cercano a lo industrial, aguanta, aunque no es todo lo esponjoso que nos gustaría. Sí, no es el potato roll que, rogamos, debería abrazar cualquier patty aplastado que se precie. Eso sí, bien tostado, está en su sitio, pero como el resto, no destaca.
Las patatas fritas que acompañan, en buena cantidad y caseras, como nos gustan, resultan crujientes y riquísimas. Ideales para remojar en la salsa que va cayendo de la burger o para comer a palo seco. Casi serían lo mejor de la experiencia.
En definitiva, Maillard cumple, tanto con su nombre, como en lo que esperamos, aunque necesita un poquito más para destacar entre la competencia. No basta con tener los precios más atractivos ahora mismo, sino que ese primer bocado debe ser inolvidable y aquí tenemos la sensación de que ya hemos probado esa hamburguesa muchas veces. La corrección en un mundo de smash burgers, cuyo concepto es el mismo siempre, no es suficiente para sobrevivir, aunque esperamos que Maillard lo haga.
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