En Madrid no cabe duda que, cada día, parece que se abren 7 restaurantes nuevos entre ellos algún asiático. Hace no mucho que supimos de la existencia de un nuevo japonés algo americanizado y decidimos apuntarlo en nuestra lista canalla. Llegó el día y la hora de probar algo de la carta de NonameBar.
Desde fuera no parece que sea ésa la ubicación, ya que no tienen rótulo descriptivo. Es un local que hace esquina de color gris y ya. Claro, la puerta de entrada es grande y se ve que es un restaurante lo que hay detrás, de hecho, apreciamos una pared muy grande que se ve desde la entrada y figura el nombre del establecimiento en forma de graffiti artístico.
Después de sentarnos en nuestra mesa y pedir la bebida, nos pusieron un aperitivo de Edamame picante, que probamos uno y ahí se quedó el resto, queda a vuestra imaginación la valoración que le damos. Mientras tanto, ojeamos la carta, variada, con platos orientales conviviendo con propuestas más ocidentales y de precios más o menos aceptables, al menos en teoría, hasta que nos llegan a la mesa.
Tardaron poco en llegarnos los entrantes (nosotros los tomamos como tal). Primero un Nigiri de Virrey con su piel crujiente, pimentón, tomate ibérico, aceite de ajo y sal en escama, que lejos de tener un gran sabor en boca, nos pareció escaso y con poca calidad.
Pasados un par de minutos, nos trajeron una ración de Uramaki de Atún picante, huevas de tobiko, sésamo negro, pepino, y salsa de kimuchi casera. Muy bien elaborado pero con una calidad media que no concuerda con el precio. Lo más curioso es que el camarero que nos atendió nos explicó rápidamente cada ingrediente que tenía el plato, pero sin mucho esmero. Teníamos que descubrirlo por nosotros mismos.
Al terminar con los entrantes, pasamos a los siguientes platos, después de unos minutos a la espera y a por el que habíamos venido a probar, la hamburguesa de Waygu. Esta burger, más bien mini, llevaba mayonesa de rábano raifort y cebolla caramelizada, huevo de codorniz, rúcula y pan brioche, con sus 100 gramos de esta carnaza proveniente del lejano oriente.
En sí misma, pintaba bien, pero al traerla nos decepcionó el tamaño, muy pequeña. Por ponerle un punto a su favor, la carne era auténtica y al punto (por el cual no se nos preguntó), expulsando el sudor rojo típico de la carne al aplastarla un poco. Por contra, según el tamaño de la hamburguesa, pusieron demasiada rúcula en la parte inferior y muy apelotonada. Con una hojita o dos hubiera sido una experiencia en boca mucho más agradable, sobre todo teniendo en cuenta que ese pequeño huevo frito sólo está para la foto, ya que suele ser de sabor muy suave.
El pan, eso sí, estaba tostadico, cosa que nos encanta y es un gran detalle y soporte para estructurar la hamburguesa desde su base.
También nos pedimos un perrito caliente de rabo de toro, que era la típica salchicha, en pan brioche y con unas salsas por encima con tomagashi, tupinambor y ajo negro.
Desconocíamos si era un plato que se servía en frío, porque venía del refrigerador directamente. Aunque podemos entender que la salchicha, en este caso elaborada con rabo de toro, debería haber venido caliente, cosa que no fue así.
Llegado el momento, también nos animamos con un postre que, sin duda, fue lo mejor de la visita. Una tarta japonesa, que al explicarnos de lo que se trataba, se puede resumir como tarta de queso esponjosa y con un sabor a lácteo muy profundo. Además, la ración es lo suficientemente generosa como para poder ser compartida entre dos.
Al salir del local lo teníamos claro, no volveremos aquí hasta que no veamos unos ajustes subiendo la calidad de la comida por el precio que se paga. El local, eso sí, merece mucho la pena, con ese ambiente a medio camino entre lo canalla y lo pijo que tanto se lleva ahora, pero claro, si lo que ofreces no está a la altura, la experiencia se queda ligeramente coja.
PRECIO DESGLOSADO DE LA VISITA
2 AGUAS: 5 €
2 SERVICIOS & APERITIVO: 2 €
1 NIGIRI VIRREY: 8.5 €
1 ATÚN PICANTE: 12 €
1 PERRITO RABO DE TORO: 8 €
1 WAYEGA BURGER: 8 €
TOTAL: 49.5 €
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