La Rioja, con su vino, sus chuletillas con aroma a sarmientos, su Logroño, con la Calle Laurel y sus pinchos... Perdonad, ¿pensábais que nos íbamos a marcar otro Hamburguesas por el mundo? Podríamos, pero no, porque los chicos de Burgerheim, un local que lo está petando tanto en la capital riojana como en Pamplona, ha aterrizado en nuestra ciudad, con ganas de sorprendernos con su aire de museo hamburguesero, como ellos mismo se denominan y esas carnazas trabajadas por ellos mismos desde su origen. Todo con un local con aire chic, cómodo y acogedor, en el que apetece quedarse a ver pasar el tiempo.
La carta, extensa y con muchas propuestas, destaca por ofrecernos propuestas hamburgueseras con nombres de creadores artísticos contemporáneos y una avanzada explicación de personalización, como el tipo de carne, donde destaca la de txuleta -todas de 200 gramos-, el pan, el punto de cocción o si le añadimos o eliminamos algún ingrediente. Además, podemos crear nuestra elección de cero, para disfrute o arrepentimiento personal. Todo con unos precios en la media, aunque la factura final puede fluctuar en base a nuestras elecciones.
Como no nos queríamos perder nada, nos decidimos por media ración de nachos, correctos, sin que nada sobresalga en el aspecto positivo ni negativo y sí, en muy buena ración para los 7.9 € por los que salen.
Por otro lado, nos lanzamos con las patatas con bacon y queso -esto último más escaso de lo que nos gustaría-, que no deja de ser el mismo tubérculo que nos encontraremos con las hamburguesas, pero con esos trocitos de cerdo, bien sabrosos y mejor cocinados, que hacen que ya nos salga comida por las orejas en este comienzo de la experiencia.
Ahora sí, llegan las hamburguesas, ambas con carne de txuleta picada y que, efectivamente, merece la pena pedir porque el sabor, la textura y esa melosidad en boca hacen que veamos las estrellas y notemos la diferencia con la versión de carne de vaca que un miembro del equipo probó en una avanzadilla reciente. Empezamos por la Lichtestein, sencilla y clásica, con huevo frito, cecina de León, cebolla, mayonesa y queso Provolone que nos hizo exclamar de placer desde el primer bocado. Presenta un equilibrio entre ingredientes único y desde luego, lamentamos cuando dimos el último mordisco y vimos que ya no quedaba más.
Por otro lado, pedimos la Cezanne, con un trozo de foie fesco que, aunque no nos inundó de sabor, como esperábamos cuando leíamos que esta hamburguesa contenía este ingrediente, sí que aporta presencia y cremosidad a este plato que, al igual que el anterior, nos maravilló por una carnaza espectacular.
Y es que esa carne de txuleta no sólo es maravillosa por sí sola -que lo es y sufrimos par ano dejar de lado todo lo demás-, sino que está muy bien cocinada, con el punto clavado a cómo nos gusta y con un picado que hace que se deshaga en la boca como pocas. Gran sabor y presencia para la protagonista, por méritos propios de esta barbaridad de materia prima.
En definitiva, Burgerheim llega para batirse el cobre con los mejores garitos hamburgeuseros de Madrid, aunque le va a costar, no sólo por su ubicación, fuera del circuito más céntrico, sino también porque, aunque tengan un producto brutal, falta un poquito de punch para que salgamos alucinando con lo que hemos probado. A pesar de esto, el nivel está bastante alto y no tardarán mucho en colarse en los puestos más altos de los amantes de nuestra amada carne emparedada.
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