Sí, lo nuestro con Burnout fue amor al primer bocado y aunque ha pasado ya bastante tiempo, sigue siendo uno de nuestros locales favoritos para zamparnos una buena hamburguesa, siempre con la confianza que da el saber que van a cuidar la calidad y los detalles hasta un nivel superior.
Por eso, cuando nos enteramos de que abrían su nuevo restaurante en Pozuelo, no podíamos más que ir, celebrar y disfrutar. Así que nos llevamos el burgermóvil para allá y entramos en ese estupendo local, con una terraza que es gloria bendita y un salón como nos tienen acostumbrados; con buenos espacios, cómodo y bien decorado.
Con la ilusión de mezclar lo nuevo y lo clásico, nos ponemos a hojear la carta, con un nuevo sistema virtual con el que puedes pedir e incluso pagar desde tu mismo móvil, algo que nos encanta siempre que lo vemos y por lo que apostamos al 100%. En cuanto a los platillos que podemos pedir, sigue todo sin cambios: los entrantes de siempre, las hamburguesas de siempre y los postres de siempre. Eso sí, con alguna ausencia notable como la Hybrid, a la que echamos de menos. En cuanto a precios, todo sigue en orden, dejando a Burnout como uno de esos pocos sitios que no ha subido el precio de sus burgers desde hace bastante tiempo.
Al posar nuestros ojos sobre las Cheese chili fries (6.9 €), fue imposible resistirse. Así, encontramos una ración que, ahora sí, es un entrante y no un plato completo. Esta reduccion en cantidad no afecta al sabor, que sigue siendo brutal con esa cantidad ingente de queso americano, bien de chili y sus mega famosas patatas fritas. Sin duda, nuestro entrante favorito.
Otro viejo conocido fueron las alitas con bien de salsa Buffalo (11.5 €), de las cuales nunca tendremos suficiente. Bien fritas y jugosas y con un remojón que le dan un punch en la boca que nos flipa.
Con las papilas gustativas a mil, llegó la hora de las hamburguesas. Por supuesto, lo de pedir una smash en los tiempos que corren es algo, casi, obligado, así que nos fuimos a por la It (14.9 €) de cabeza, echando mucho de menos, eso sí, el pan Martin's que tambien le sienta (como a todas las del mismo formato). Con su modesta costra, pero su jugosidad intacta, las disfrutamos como el primer día que la probamos, aunque le quitaríamos esa cebolla caramelízada para que el sabor no se diluya.
Una locura en la que reina el equilibrio al que ya nos tienen acostumbrados en Burnout. Dos patties salvajes, un bacon crujiente a más no poder y ese queso, que es puro vicio. Pero como anticipamos, el punto débil es el pan, de Juanito Bakery y un desastre para estas creaciones tan perfectas. Blando, sin ningún aporte que le dé presencia y hasta, en ocasiones, algo chicloso. Una lástima, aunque nos aseguraron que ha sido una eleccion temporal y pronto volverás las buenas sensaciones en este apartado.
Por otro lado, una clásica: la Smokin (14.9 €), con todo lo necesario para ser felices: un disco de carnaza gordito, como los dioses mandan, bien cocinado, con una base de spicy mayo y bañado por salsa barbacoa que, en este caso, nos resulto excesiva.
La lechuga, como siempre, aporta frescura para deleitarnos de esa carne que es pura mantequilla en la boca. De verdad os decimos que los cortes y el picado que se trabajan aquí son únicos. Encima, el punto de cocción es el solicitado y todo está en un sitio, aunque la salsa y el pan arrojaron unas pocas sombras a una experiencia que siempre ha sido redonda.
Como tambien lo es zamparse, aunque estemos llenos, esas patatas fritas caseras, crujientes y divinas. Todo un vicio lo de este tubérculo. Que bien lo trabajan aquí, oiga.
En definitiva, Burnout no falla ni reciñen abierto, como es el caso y aunque ese pan esté de paso y sepamos que no se va a quedar ni de coña, hace que la experiencia baje un poco en términos generales. Cosa que se acaba perdonando, ya que conocemos cómo se las gastan de bien aquí. Este nuevo local es estupendo, su sistema de pagos una maravilla y su carta sigue siendo de lo mejorcito que nos hemos encontrado. ¡Somos fans!
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