A veces, el precio que hay que pagar cuando se es padre es el de perder ciertas libertades, como salir a cenar con tus amigos. Pues bien, en Móstoles hay una nave industrial que os permite dejar a tus monstruitos a cargo de unos monitores que lso tendrán entretenidos y alimentados mientras el grupo se pone al día o ingerís comida sin la presión de tener que vigilar a los churumbeles. Y es que Mi mundo ofrece un espacio enorme donde los niños pueden jugar, siempre en línea visual con sus progenitores, gracias a unos ventanales bien grandes, mientras los adultos se sientan en mesas con poco espacio, hacinados y algo incómodos, pero qué más da, el caso es tener un ratito de libertad, ¿verdad?
Sin escuchar gritos a nuestro alrededor, podemos ojear la carta, que incluye una gran colección de entrantes grasosos, fritanga, dos hamburguesas con su correspondiente falta de ortografía, carnes y postres. Todo a precios más o menos asequibles, que justifican el trabajo de cuidado infantil que realizan los empleados al otro lado de la mampara.
Aprovechando que en nuestro grupo contábamos con un gran número de gente, pedimos unos cuantos entrantes que, afortunadamente, presentaban una ración más que generosa. Comenzamos con los nachos de la casa (7 €), un clásico de grandes proporciones, con unas tortillas que se alejan de los triángulos típicos de bolsa; muy agradables de disfrutar. Coronando la montaña de tortillas, no podía faltar el queso fundido, el guacamole y la carne picada. Todo soso y sin gracia, pero bueno, se deja comer.
Por otro lado, probamos las bacon cheese fries (7.5 €), con bien de patatas congeladas tipo dipper, bañadas en bechamel con mucho perejil, queso fundido y por supuesto, bacon. Fue la gran sorpresa de la noche, ya que, en conjunto, todos los ingredientes funcionan y el sabor destaca sobre lo industrial del plato.
Hasta aquí todo pintaba bien, pero llegaron las hamburguesas. Prometiendo una carne de Black Angus (10.5 €), encontramos un patty o una amalgama que, si bien ofrece algo de sabor, no llega a dejarnos ese regusto de calidad que se le suponía. Además, el queso Brie sólo aporta un poquito de cremosidad, eclipsada por el jamón y el puerro frito, que está presente en vista, pero, para nada, en gusto.
Pero, como decimos, las gran protagonista, esta vez de forma negativa, es la carne. Con 220 gramos de peso, nos llega más cocinada y seca de lo que nos gusta, sin gracia y nada apetecible. Al cortarla por la mitad confirmamos lo que esperamos; un picado excesivo, que no deja circular el calor por su interior, que nos deja preguntándonos para qué especificar la raza de la res si luego, en caso de ser cierto, no se sabe trabajar como es debido.
Tras esto, algo de luz llegó a nuestra mesa con la hamburguesa de pollo (8.5 €) y su moztaza de miel de color VERDE. No sabemos el motivo de esta tonalidad, pero iba muy bien con la carne de ave picada. La mezcla de sabores está muy conseguida y no se hace pesada su ingesta.
Eso sí, en ambas propuestas, el pan es feo y poco fiable en nuestras manos, a pesar de que ya venga bastante chafado en su parte inferior a causa de los jugos que sueltan los ingredientes. Es una lástima encontrar estos detalles tan mal cuidados.
Todas las burgers van acompañadas de patatas fritas congeladas, pero en buena ración. Ideales para dejarnos llenos del todo, aunque sin ninguna pretensión, como en el resto de cosas que pedimos y que resumen esta experiencia como un pretexto para verse con los amigos sin tener que estar pendientes de los chiquillos, que pueden campar a sus anchas sin el miedo de sus progenitores a que se abran la cabeza.
Por lo demás, Mi mundo ofrece pocas posibilidades en cuanto a gastronomía se refiere. Comida muy batallera, con un servicio desbordado y en ocasiones muy lento son la antesala para un negocio visionario, que busca llenarse los bolsillos gracias a esos padres que quieren ver a sus hijos contentos.
Comentarios
Vivo bastante cerca de este
Burger, NUNCA burguer
Hola Fiscalín,
La verdad es que, sin tener unas expectativas muy altas, esta visita nos dejó claro qu eno merece la pena ir por la camida. Eso sí, esos padres, deseosos de disfrutar de sus amistades sin preocupaciones, agradecen tanto el desarrollo d ela instalación que ni se paran a pensar en estos "detalles".
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